"Allí me hirió el amor,
y el corazón me sacaba.
Díjele que me matase,
pues de tal suerte llagaba.
Yo me metía en su fuego,
sabiendo que me abrasaba,
disculpando al avecica
que en el fuego se acababa.
Estábame en mí muriendo,
y en ti sólo respiraba.
En mí por ti me moría,
y por ti resucitaba,
que la memoria de ti
daba vida y la quitaba.
Moríame por morirme
y mi vida me mataba,
porque ella perseverando
de tu vista me privaba.
Gozábanse los extraños
entre quien cautivo estaba.
Miraba cómo no veían
que el gozo los engañaba".
(San Juan de la Cruz)